La mirada fuera de mí

IMG_2254.jpg
 

Estamos viviendo desde hace unos meses una situación excepcional que nunca se había vivido como hasta ahora en el mundo. Cierto es que otras pandemias han asolado a la población mundial en otras ocasiones, y también, que se adoptaron algunas medidas que hoy en día también se adoptan, como puede ser el distanciamiento, el especial cuidado en la higiene de manos, aislamiento de personas enfermas o con síntomas, etc. Sin embargo, hay algo que hace de esta una situación nunca antes vivida

Este algo distinto es el acceso a la información. En estos días tenemos muchísima información al alcance de nuestra mano. En mi opinión excesiva información. No quiero hablar en esta entrada sobre cómo nos afecta la información, ya que ya lo hice en otra que si quieres puedes leer aquí, aunque sí recordaré que nos afecta y mucho. Tampoco comentaré sobre qué información consumimos, por todos es sabido que muchos medios sirven a una parte u otra, con lo que la información que consumimos está sesgada.

También tenemos varias cuestiones similares a situaciones anteriormente vividas. Por ejemplo el miedo. El miedo es libre, y cada uno lo vive como puede. Aunque aquí yo me pregunto ¿cada uno lo vive como puede o como quiere? En mi opinión, parte de lo que vivimos es porque de algún modo “lo queremos”. Claro que racionalmente no lo queremos, pero de algún modo lo perpetuamos porque nos llena, ayuda, o nos sirve para algo, es decir cumple un cometido, nos otorga algún beneficio (seguramente oculto). En cualquier caso muy posiblemente nos impida contactar con nosotros mismos.

Y por otro lado, y es sobre lo que hoy quiero escribir, está el lugar dónde ponemos nuestra mirada y atención. ¿Por qué miramos tanto al otro? ¿Por qué miramos tanto al exterior? Hay una cuestión que me llama especialmente la atención y es la cantidad de denuncias en las redes sobre personas que se saltan (o interpretamos que se saltan) “las recomendaciones y/o normas”, generalmente en la calle. Lo curioso de esto no es la denuncia, es desde donde se hace. ¿Qué motivo lleva a una persona a denunciar a otra? Cuando digo denuncia me refiero a cualquier tipo de juicio, comentario o crítica que muestre desacuerdo con la actitud de alguien, no es necesario que sea una denuncia propiamente dicha ante algún cuerpo de seguridad del estado o administración.

Me llama la atención, sobre todo, aquellas denuncias que se hacen desde “la ventana de una casa”, móvil en mano. ¿Qué motiva a denunciar eso? No estoy juzgando la actitud de la denuncia, cada uno hace lo que quiere. El que mira por la ventana denuncia, tal y como el que va por la calle se salta las normas. Ambos dos “son libres” de hacer lo que quieran. Sin embargo, mi intención es escribir y llevar la atención más hacia una reflexión propia y no hacia realizar un juicio de una acción (ya sea hacer la denuncia o saltarse una recomendación o norma). 

Es seguro que, en muchos casos, lo que lleva a denunciar a otras personas es, por resumirlo muy rápidamente, repeticiones de situaciones pasadas. Delante nuestro se pone, otra vez, la oportunidad de sanar las grandes heridas que causó la guerra civil en este país (que no está tan lejana), ya que aún no han cicatrizado. Así por ser leales a un mandato familiar, o por compensar alguna situación sufrida en nuestra familia podemos, por ejemplo, denunciar a otros. Cuestiones similares las vemos muy a menudo en los talleres de constelaciones familiares o en el ámbito de la psicogenealogía.

Continúo. Imagino a esa persona, desde su ventana, preocupado/a por todo lo que lee, por todo lo que ve en televisión, por todos esos comentarios de vecinos, amigos, y grupos de whatsapp, e, imagino a esa persona con un sentido del deber, y “el buen hacer” muy alto. La imagino en estado de alerta, pendiente de lo que está mal. Quizá tenga alguna tensión en su cuerpo. Quizá no descanse muy bien. Quizá incluso esté de mal humor, ya que “tantas personas saltándose las normas…”. 

Hay que respetar las normas y recomendaciones. Esto es un hecho de bien. No hay duda de ello. Imagino, fantaseo, porque insisto que no sé si es así, que estas personas que denuncian nunca han transgredido las recomendaciones o la ley en su vida. Nunca jamás. Ni se han saltado un semáforo, por supuesto nunca han pagado sin IVA, y claro, si le han devuelto el cambio a su favor seguro que lo han dicho siempre. Por si no queda claro, escribo irónicamente las líneas anteriores. Lo que quiero decir es que en mi opinión, nadie somos unos iluminados, inmaculados que siempre respetamos la ley al 100%. Creo que todos somos personas, y creo que hacemos cosas, bien y otras menos bien.

En cualquier caso, imagino a alguien, ahí en su casa, que le da suma importancia a que todas las personas en la calle lleven mascarilla (por poner un ejemplo). Para él/ella no es suficiente con que guarden la distancia de seguridad. Y coge el móvil, hace una foto, la sube a las redes y lo comenta… o mejor dicho lo denuncia (y segúramente lo critique). Yo me pregunto ¿cómo está siendo perjudicada la persona que hace la foto? Insisto no defiendo a uno ni a otro. La persona que está en la calle, a muchos metros de la ventana desde la que se toma la foto, si somos muy estrictos, su comportamiento no afecta directamente a quien denuncia. Sí, ya sé que podemos dar mil argumentos como por ejemplo “la persona que va sin mascarilla puede contagiar a otra y…” o también se puede decir “si todos hiciéramos lo mismo...”. 

¡Ays! ¡no va por ahí la cosa! Si sólo nos quedamos ahí nos quedaremos fuera de nosotros, en lo superficial. ¿Qué es lo que le pasa a quien se siente obligado a denunciar? ¿Quizá es que no se permite hacer eso (ir por la calle sin mascarilla) y realmente lo desea?  o ¿quizá, tan solo, es porque se autoproclama jurado y juez de la acción? Si es esto último, entonces se está poniendo por encima… ¿Por qué? ¿Acaso somos más que cualquier otro/a?

He leído casos de personas que han abucheado a un padre que tenía que sacar a su hijo autista a pasear por prescripción médica. Por dios… ¿por qué no nos ocupamos solo de nosotros?

Mientras vemos las noticias, mientras miramos y criticamos a los demás, ya sea a gente de la calle, ya sean a los políticos, ya sea al vecino, ponemos el foco fuera, y así podemos “sobrellevar la situación mejor”, ocuparnos de algo... Pero, ¿qué hay de nosotros? ¿Por qué juzgamos o comentamos esto o lo otro? ¿Qué me pasa para estar vigilante? ¿Qué me pasa que no puedo detenerme y me convierto en denunciante, en muchas ocasiones sin saber realmente nada del otro? ¿Por qué no puedo pasar un solo día sin criticar algo?

Creo que pasa desapercibido que cuando señalamos a alguien, de forma física, con nuestra mano y nuestros dedos, uno de nuestros dedos señalan a ese alguien, el resto de dedos nos señalan a nosotros.

Yo creo que detrás de todas estas situaciones hay, entre otras cosas, miedo. Miedo a contagiarse, miedo a morir, miedo a que ya nada sea como antes, miedo a no poder volver a tocar a quien aprecias, miedo a no poder volver a realizar cosas que antes hacías. Pero mientras nos dejamos llevar por el miedo nuestro estado de ánimo cambia, nuestras relaciones, salud y vida empeoran.

¿Qué sucedería si nos ocupamos sólo de nosotros mismos? ¿Qué pasaría si tan solo actuamos según nuestros valores y dejamos a los demás en paz? Por ejemplo, volvamos al caso de la persona en la calle sin mascarilla. Y supongamos, que tú que estás leyendo esto, tienes miedo de que no la lleve (y además te indignas porque no la lleva). Si tú tomas tus medidas de seguridad difícilmente te infectarás. No soy un experto en salud, ni pretendo entrar en un debate o crítica sanitaria. Lo que quiero decir es que solo si te ocupas de ti mismo/a ganas en salud. Es muy posible que si sólo te fijas en ti, y descansas de ese estado de vigía y tensión, baje tu ansiedad, estrés y malestar que tu cuerpo, tu mente y tu alma sufren cuando te enfadas, enervas o incluso estallas contra aquello que te parece mal. ¿Te das cuenta qué cantidad de energía dañina para ti acumulas cuando criticas, juzgas y te enfadas por cosas externas a ti y que no te afectan directamente? Sabemos que el estrés, la ansiedad, el miedo, una actitud negativa, la ira, y toda esa energía negativa pasa factura a nuestro sistema inmunológico. Así que se produce la paradoja, queriéndonos cuidar mucho nos estamos perjudicando. Claro que este perjuicio es más silencioso, no lo podemos señalar y seguramente no lo queremos reconocer (ya que nos lo causamos nosotros mismos). Insisto, no digo que “el de la calle lo haga bien” y “el de la ventana mal”. Sí escribo que creo que sería mejor si nos ocupamos más de nosotros y menos de lo que hacen los demás.

Imaginemos de nuevo al de la ventana: está en su casa, lejos del de la calle... en ese preciso momento, allí, con el móvil en la mano dispuesto a hacer la foto y subirlo a la red ¿en qué le perjudica la actitud de alguien que va por la calle?

Nuestros enfados no “afectan” a los demás, o al menos, normalmente, no dejan una huella tan grande como creemos. Así dificilmente habremos conseguido algo señalando y criticando al que va por la calle, al político de turno en la TV, etc.

Supongamos que nos hemos enfadado tanto como para pasar a la acción. Le hemos dicho o recriminado algo a alguien, en la calle, desde nuestra ventana, en el super, etc., en cuanto pase ese episodio dialéctico, la otra persona, en su día a día normal, seguirá actuando como quiera y nosotros nos iremos en casa todavía con peor energía por el desagradable encuentro, y seguiremos poniendo el foco todo aquello que nos parece mal… nos iremos a dormir y no estaremos tranquilos/as, y seguramente sufriremos más. Cuánto más practicamos algo, mejor se nos da, así que cuanto más practicamos la crítica, fijarnos en lo negativo, etc. más lo hacemos. Además, como ya hemos comentado, la otra persona, más allá del mal trago del momento y tras comentar la situación con alguien cercano, seguramente seguirá haciendo lo mismo que siempre suele hacer (y tú seguirás enfadado/a). Entonces ¿qué vas a hacer con tu enfado?

Toda esta reflexión, me hace pensar en lo importante que es fijarnos más en nosotros mismos. ¿Juzgamos y criticamos todo lo que hacemos nosotros igual que criticamos lo que hacen los demás? 

En cualquier caso, te invito a que pruebes a ocuparte de ti y dejar que cada uno se ocupe de sí mismo y a recordar el refrán de “Vemos la paja en el ojo ajeno, y no vemos la viga en el nuestro”. ¿Qué puede pasarte si dejas de poner tu foco en lo negativo o en lo que te parece mal?

Cómo he comentado, sé que hay muchas razones para que ocurran estos comportamientos, tanto el de no llevar mascarilla, como el de denunciarlo, pero, en resumen creo que nos resulta más fácil mirar a los demás que mirar a uno mismo. Hay heridas que no están cerradas (es increíble lo que arrastramos de nuestros antepasados sin saberlo), y además sentimos miedo. Sentimos tanto miedo que en ocasiones el miedo a morir nos impide vivir. De esto hablaré en mi próxima entrada en el blog.

Deseo que todos/as estéis bien, que escuchéis más música, que leáis (libros, ya sean novelas o ensayos), que meditéis, que miréis en vuestro interior, que os dediquéis tiempo todos los días y también, que os atreváis a tratar de no juzgar tanto y fijaros en todo aquello que consideras malo o negativo ¿te atreves a intentarlo?

P.D.: Una última cosa, te aseguro que si tiras a la basura el cable de antena y dejas de leer tantas noticias y de estar tan pendiente de lo externo, tu salud, ánimo, y energía mejorarán

* Recuerda que puedes dejar tus comentarios aquí abajo.
* Si te ha gustado esta entrada y deseas que te avise por mail cuando escriba una nueva puedes suscribirte si pinchas en este enlace y al final de la página escribes tu correo electrónico.

 
Anterior
Anterior

El miedo a morir que me impide vivir

Siguiente
Siguiente

El vaso medio lleno y el vaso medio vacío