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Solo somos personas perfectamente imperfectas...

Hola, soy Vicente Cardoso Sánchez. Nací en València en 1979 y es donde vivo. Tuve una infancia, adolescencia y juventud que considero normal, aunque hoy en día no creo que haya algo normal, sino más bien diría sin nada traumático que reseñar. Una infancia con sus cosas buenas y sus cosas menos buenas. Me definía como una persona feliz y que sabía cómo deben ser las cosas, como se deben hacer bien las cosas (de la vida). Ahora sé que estaba equivocado

Ahora no sé como deben ser las cosas, ya que las cosas son como son. Lo que sí sé es que hay que tratar de estar en paz con las cosas tal y como son… y, si no lo estoy, trato de cambiar. Cambiar yo, ya que es lo único que podemos hacer. Por supuesto, no siempre lo consigo como me gustaría.

Estudié Ingeniería Informática y comencé a trabajar. Transitaba las vicisitudes que la vida me ponía delante sabiendo cómo afrontar cualquier cuestión. Hasta que un día no supe como afrontar lo que me sucedía. Ni si quiera sabía qué me sucedía.

Yo, como tú si estás leyendo esto, también pasé por algún que otro mal momento. De hecho, uno de ellos para mi fue una gran crisis que lo cambió todo en mi vida. Las crisis no surgen de la noche a la mañana, por lo que no podría decir cuándo comenzó, pero sí puedo decir cuando me saltó una gran señal de alarma. Un día, a un mes de cumplir los 34, falleció una de mis mejores amigas tras una larga enfermedad. Lo pasé mal, lloré, pero me di cuenta que algo no funcionaba bien, algo no encajaba, algo no me permitía llegar a conectar con toda la tristeza con la que quería conectar por esa pérdida tan importante para mi. Ahí supe que algo pasaba y que necesitaba pedir ayuda. 

Todo lo que sucedió a partir de ahí fue comenzar un camino en el que aprendí a darme cuenta de muchas cosas. En ese camino me di cuenta de que lo que me sucedía a los 34 había comenzado (o cogido fuerza) varios años más atrás (yo creo que sobre los 28 o 30 años), y que estaba relacionado con mil episodios de mi infancia, adolescencia, juventud, etc. Sufría, lloraba mucho, sin saber exactamente por qué. Incluso sentía y hacía cosas que había criticado a otras personas cuando lo sentían o hacían. Me vi vacío de mis valores, perdido, sin saber quién era y preguntándome una y otra vez porqué no podía afrontar ciertas cosas. No entendía cómo podía estar tan mal, sin saber qué era ese mal. Sufría, estaba triste, me enfadaba con personas, era inflexible en muchas cosas, estaba enfadado con el mundo, etc., hasta incluso en una época tenía miedo de ir al trabajo.

Cuando empecé superar mi crisis y a entender parte de lo que me sucedía, me di cuenta de la cantidad de cosas que proyectaba en los demás o en el exterior para excusar cómo me sentía. Es decir echaba la culpa afuera de cosas que me sucedían, o me enfadaba con alguien a la más mínima. Nada más lejos de la realidad, cierto es que el exterior era como era y tenía alguna dificultad, pero no es menos cierto que yo, al no estar bien no estaba dándome aquello que necesitaba y, sin saberlo, exigía que me lo diera alguien o algo. No podemos exigir fuera aquello que no nos damos nosotros mismos. En todos los aspectos. Digo que no podemos exigir, pero sí podemos pedir ayuda. Hay una gran diferencia.

Comencé a ir a terapia, y a hacer un largo trabajo de desarrollo personal. También comencé a hacer cursos, con el objetivo de estar mejor, de profundizar más en mi, para saber porqué reaccionaba y sentía de ese modo ante ciertos acontecimientos. 

Mientras hacía cursos para sanar mi mente y mi alma iba aprendiendo sobre mi y sobre las personas. En uno de ellos, el Máster de Desarrollo Personal de Borja Vilaseca en el Instituto Aware de Valencia, conecté con mi vocación. Estaba ahí desde siempre, pero por algún motivo me había dirigido hacia otro camino. De repente supe que lo que yo quería es poder ayudar a otras personas que transitaran su camino, tal y como hicieron conmigo. Así se añadió un objetivo a los cursos que hice (y hago), seguir trabajando en mí, para conocerme más y conocer más a las personas, y formarme para ser terapeuta y poder acompañar a las personas cuando su camino de vida se vuelva cuesta arriba.

Dicen que no hay mal que por bien no venga, yo creo que hay ocasiones en las que no hay que decir ese refrán, pero sí creo que al final de todas las situaciones podemos sacar algún aprendizaje o algo positivo. En mi caso, gracias a esa gran crisis, comencé mi nueva vida. Una vida más en paz y más flexible. Me formé en algunas disciplinas terapéuticas como Terapia Gestalt y Constelaciones Familiares (Terapia sistémica) en el Instituto Aware (la delegación en Valencia del Institut Gestalt de Barcelona), Desprogramación Biológica y Piscogenealogía en la Escuela Lazos al Mundo, Técnicas de Liberación Emocional (EFT), y he tenido contacto con algunas otras disciplinas más. Además, estoy cursando a distancia el Grado de Psicología en la UOC.

Así que estoy agradecido a todo lo que me sucedió, aunque no os engañaré, me costó mucho llegar a pensar y, sobre todo, llegar a decir esa frase sin sentir rabia por no estar aún en paz. Durante mucho tiempo sabía racionalmente que era así, que había que agradecer todo lo que ocurre pero no lo sentía, ya que aún había días que sufría. Sin embargo, tenía un objetivo muy claro: sanarme y estar paz. Gracias a la terapia y a los cursos que realicé llegó un día en que supe que había superado mi crisis, y fue cuando pude pensar en esa frase y dentro de mí sentía que era cierto. Fue el día que agradecí haber pasado por todo lo que pasé.


Desde entonces vivo en paz. Tengo días mejores y días peores. Siento alegría, siento tristeza, y muchas más emociones. Pero, sobre todo, lo que ha cambiado es que siempre hay algo que envuelve todo lo que ocurre que me hace sentir y decirme “todo está bien”, tan sólo ahora toca vivir esto.