La proyección y la violencia pasiva

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¡Hola de nuevo! ¿Qué tal va el verano? ¿Lo estás disfrutando a pesar de seguir en una situación algo especial? Espero que sí. 

No hemos de olvidar que siguen existiendo ambas partes, la parte de la enfermedad y la parte de la no enfermedad, es decir la vida sigue adelante, con alegrías y penas, con nacimientos y muertes, con más o menos contacto. La vida siempre sigue adelante, porque recordad que la muerte también es vida (forma parte de ella). Por eso creo que es bueno que cuando caigamos en los pensamientos que nos llevan hacia un lado, recordad que hay mucha gente que está viviendo una realidad que está al otro lado, para así al menos, quitar algo de peso y ampliar nuestra mirada.

Hoy me gustaría escribir sobre la proyección y un tipo de violencia pasiva que se da en nuestra vida. La proyección y la violencia pasiva puede suceder en cualquier lugar, puede ser que aparezca en nuestros grupos de amigos, o grupos de formación, puede que suceda más cuando se usa el WhatsApp, ya que no tenemos al otro enfrente (estamos a solos con todo nuestro arsenal mental), etc. Me gustaría reflexionar sobre cómo podemos herir a alguien, cómo podemos ser violentos sin darnos cuenta. Si algo quiero conseguir con lo que escribo, no solo en esta entrada, sino con mi blog, es, además de compartir cosas que me mueven, que podamos ser capaces de ir conociéndonos mejor, a nosotros mismos y a los demás, de modo que cada vez seamos más conscientes de cómo nos relacionamos. Yo aprendo con cada entrada que escribo. Espero que tú también lo hagas o como mínimo te invite a reflexionar sobre ti mismo/a.

Cómo actuamos, no está ni bien ni mal. Tan sólo actuamos tal y como sabemos. La parte en la que nos puede ayudar poner atención es en tratarnos bien a nosotros y a los demás, e intentar corregir comportamientos que nos puedan dañar a nosotros o al prójimo. Entonces, sí ya sé que diciendo o haciendo algo a los demás causo dolor ¿soy mala persona? Bueno, mala persona, o buena persona, no creo que se pueda juzgar a nadie por un acto. Lo que yo respondería a esa pregunta sería, ¿qué hay dentro de ti que te impulsa a hacer algo aún a sabiendas que puedes causar daño? Podría haber una pizca de rabia, malestar, frustración, o algo guardado y no resuelto con esa persona. Quizá un día te sentiste herido/a con un comentario suyo… en cualquier caso, seguro que si buscas verás que lo que te ha podido molestar, o te lleva a causar ese daño, es algo tuyo, generalmente algo no resuelto con tu familia, o alguien cercano (quizá una mala época en el trabajo), y al no estar resuelto necesitas resarcirte de algún modo. Si no lo sanamos, una de las maneras que tenemos de “sentirnos mejor” es mediante la proyección. Esta forma de sentirnos mejor no es sana, pero nos provoca, en ocasiones, un bienestar ilusorio. Por ejemplo, yo tengo miedo de algo o me molesta algo y me enfado (sin darme cuenta) con quien no siente lo mismo. Esto sería una proyección. Otro ejemplo sería: yo estoy enfadado con un compañero de trabajo y no resuelvo el asunto con él, pero luego en casa con alguien que tengo confianza exploto a la más mínima. ¿Te reconoces en alguna de estas situaciones? Puede que sí o puede que no. Si no lo haces, no te extrañes de que no lo hagas. Generalmente somos ciegos a estos mecanismos de evitación o defensa.

Me atrevería a decir que en la mayoría de los casos en los que causamos daño a alguien hay algo de proyección por nuestra parte. Ya sea porque esa persona refleja algo que nosotros queremos ser, o porque refleja algo que somos y no nos gusta, o porque hay algún asunto no resuelto con él/ella. Este último caso puede ser que el asunto no esté resuelto con otra persona, que llamaremos sujeto B, pero el sujeto A nos hace de espejo del B. Por ejemplo, yo tengo un problema con mi hermano mayor, y hay alguien cercano a mí que me recuerda a él. Normalmente esto sucede de modo inconsciente. Quizá es su forma de hablar, quizá su energía, etc. Yo, sin saberlo, estoy proyectando la rabia que tengo hacia mi hermano mayor en el sujeto A, y esto me puede hacer “que le tenga manía”, que me parezcan mal sus opiniones o comportamientos, que me dé miedo, etc. Y como de algún modo nos sentimos “intimidados por esa persona”, “atacamos sin darnos cuenta”.

Así, sin darnos cuenta, somos potenciales perpetradores, y potenciales víctimas, porque, si bien es cierto que una persona puede decir algo, quien se siente herido siempre es dependiendo de su “estado de ánimo”. Escuchar la misma frase un día u otro puede tener resultados totalmente distintos. Un día no te afecta nada, y otro día te toca en la heridita que está abierta. Así la vida se convierte casi en una danza, en la que siempre, todas las partes, están justo donde deben estar para bailar esa canción.

Quería comentaros un ejemplo de violencia pasiva que bien podría suceder en un grupo de WhatsApp. Bueno, vale, que ha sucedido en un grupo de WhatsApp, pero juguemos a “imaginar que ha sucedido”. Imaginemos que alguien del grupo lanza un mensaje informativo para todo el grupo, pero en el mismo hace referencia varias veces a una persona concreta del grupo. Es claro, que no es casual una referencia reiterada hacia alguien, aunque sea en tono de humor. Ese comentario, como he dicho, podría pasar “sin pena ni gloria” por el grupo, y tan sólo dejar la información que se transmite. Sin embargo, también puede ocurrir que el aludido ese día “tenga la energía baja” (o lleve unos días revuelto/a, etc.) y por algún motivo se sienta señalado, y no pueda sostener el humor, no pueda sostener ser el “representante del mensaje” y se sienta herido al ser nombrado varias veces, como si de algún modo fuera causante “de algo” o “cabecilla de algo”. 

Está claro, que la persona que lanza el mensaje, el locutor, lanza un mensaje generalista, pero si de algún modo hace particular hincapié en una persona es porque en esa persona ve algo que le remueve, que le resuena. En este caso digamos que son los miedos. Supongamos que el locutor del mensaje tiene algunos miedos no resueltos que le impiden realizar ciertas cosas en su vida. 

Si una persona representa cuestiones en las que tú tienes dificultades para “moverte”, hacer, o vivir con normalidad,  de algún modo estás fijándote en esa persona. De algún modo, sin querer, la “señalas”. Puede que haya algún sentimiento muy oculto e invisible para el locutor de que realmente desearía poder sentir o hacer como “el nombrado”. 

Con lo contado hasta ahora sólo vemos signos de proyección. Aquí, no habría violencia pasiva, ya que el locutor es ciego a sus proyecciones y quien recibe el mensaje se ha sentido dolido por su estado de “vulnerabilidad”.

Entonces ¿dónde está la violencia pasiva? Supongamos que “el nombrado” comenta que se ha sentido dolido por el mensaje. Supongamos que esa persona manifiesta: “me he sentido dolido por esto” “me duele escuchar esto por tal y cual”. Más allá de que el mensaje sea correcto o no, no se puede negar el dolor de la persona. Esto es legítimo y no se puede negar. 

La violencia pasiva, en este ejemplo, llegaría cuando, aun sabiendo que “el nombrado” se siente dolido por el mensaje, surgen otros mensajes en el grupo, ensalzando la buena labor del locutor. Es decir, de algún modo estoy diciendo “Bravo, lo haces muy bien y has hecho bien en enviar ese mensaje”. También estoy diciendo “no me importa tu dolor y lo manifiesto abiertamente”.

¿Qué nos sucede cuando manifestamos que algo nos duele y aún a sabiendas sigue sucediendo? Sucede que nos sentimos todavía más dolidos. Y quien emite el mensaje de apoyo al locutor está siendo violento/a con esa persona. No estamos respetando su dolor. Podemos estar de acuerdo con él o no, pero manifestarnos a favor de un mensaje que causa dolor nos debería hacer reflexionar sobre qué nos lleva a hacerlo. Y nos debería llevar a reflexionar más allá del mensaje literal de “es que yo estoy de acuerdo con la gran labor de locutor”.

Estar de acuerdo con la labor del locutor también es legítimo, pero manifestar que te sumas a un mensaje que causa dolor quizá sea porque algo no está sanado en ti. Generalmente, nadie queremos causar dolor a alguien de forma consciente, por lo tanto, este tipo de violencia pasiva suele ser invisible para quien la infringe, y todos podemos ejercerla sin darnos cuenta.

Como comento en varias ocasiones, uno de los modos de poder sanar el dolor que sentimos y tratar de descubrir esos puntos ciegos que a veces nos llevan a causar dolor es yendo a terapia. 

No ver el dolor del otro nos aleja de esa persona, y hace que esa persona se aleje de nosotros. Podemos no comprenderlo, podemos no entender porqué lo siente, podemos pensar que nosotros no sentiríamos dolor, pero negarlo es hacer daño, y si esa persona te importa, al menos deberías tratar de mirar qué te llevó a decir o hacer lo que dijiste o hiciste. 

Si no te importa, no hace falta que pongas cuidado en la relación, pero de algún modo estás dejando de poner atención en ti mismo/a.

Espero que hayas disfrutado de la lectura. ¡Hasta pronto!

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